relaciones internacionales
Autor: Alfredo Alcázar
25 de Enero de 2010
El pasado domingo 17 de enero se celebró la segunda vuelta de las elecciones chilenas. Sebastián Piñera vs Eduardo Frei.
El primero había sido el gran vencedor de la primera vuelta (44% de los votos frente al 29% de su rival).
¿Era una distancia sideral?
Había dudas al respecto ya que ¿a quién irían a parar los votos de Marco Enríquez Ominami, tercero con el 20% y que no pudo pasar al segundo round?
Chile ha vivido un otoño e inicio del invierno apasionante políticamente hablando.
Por primera vez desde el restablecimiento de la democracia (1989) un candidato no perteneciente a la Concertación (coalición que integra a socialistas y democristianos) como era Sebastián Piñera tenía grandes opciones de llegar a La Moneda (casa presidencial).
Piñera, que había sido derrotado en 2005 por Bachelet, representa el prototipo de un político de centro-derecha o por mejor decir, un liberal que apuesta por la economía social de mercado y por la ética del trabajo y de la responsabilidad.
Un modernizador. Un gran gestor, en definitiva, más que capacitado para mantener el ritmo de crecimiento de la economía chilena.
Junto a él irrumpía un candidato más escorado a la izquierda como Enríquez Ominami.
Éste era un producto de las divisiones internas y de un sibilino proceso de elección del candidato por parte de la Concertación de la cual había formado parte. Jorge Arrate (Partido Comunista) era el tercer candidato.
El cuarto era Eduardo Frei (Presidente de Chile entre 1994-2000), representante del ala democristiana de la Concertación (oficialismo). Los debates fueron tan encendidos como lo fue el fair-play final. Los favoritos, Piñera y Frei, pasaron a la segunda vuelta y finalmente, el primero ganó.
En todo este proceso hay un hecho destacable: la madurez democrática de la sociedad chilena que ha apostado por el cambio a través de las urnas.
Este grado de sensatez se ha mostrado especialmente en el caso omiso que ha hecho del uso interesado que de la figura del dictador Pinochet y su asociación con la candidatura de Piñera han realizado algunos concertacionistas. Asociación falsa y que no ha tenido la mayor trascendencia a la hora de depositar el voto.
El triunfo de Piñera simboliza, igualmente, el final de la transición chilena.
El trabajo de Patricio Alwyn, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, los presidentes democráticos que ha conocido el país desde el final de la dictadura de Pinochet, ha sido sobresaliente y eficaz, convirtiendo a Chile en un modelo de estabilidad institucional, desarrollo económico, altos niveles en educación y sanidad…por citar los más relevantes.
Pero sobre todo, Chile ha demostrado que puede haber una oposición política paciente que desarrolla su programa sin algarabías callejeras y sin desacreditar sistemáticamente al gobierno (concertacionista).
El éxito de Piñera, cuyas credenciales democráticas ya se mostraron cuando votó NO a la continuidad de Augusto Pinochet en el plebiscito nacional, son un ejemplo más de que las soflamas populistas van perdiendo eco y audiencia en la región. El castrismo-chavismo (que genera apagones de luz, hambre y miseria entre sus ciudadanos) está quedando reducido a un grupo de países caracterizados por su lucha constante contra las sociedades abiertas.
Por el contrario, actualmente Chile, Colombia, Brasil, Perú, Costa Rica, Panamá o incluso El Salvador (con Mauricio Funes renegando del ALBA) se están convirtiendo en los referentes a seguir.
Los bolivarianos están de capa caída aunque no en retirada, pues quedan algunos, cada vez menos, petrodólares en Caracas con los que azotar el fuego de la confrontación.
En definitiva, la democracia liberal seguirá contando con Chile como gran valedor. La Concertación debe de tomar nota de lo sucedido y hacer reflexión interna.
Una generación de políticos exitosa ha tocado a su fin y se necesita renovación, más en las caras que en el discurso.
Han hecho mucho y bueno por el país (el 48% de votos logrado en el segundo round así lo prueba) pero hay que dejar paso a la cantera.
¿Es el “desertor” Ominami la solución?
Tenemos dudas pues en su discurso aparecen notas demagógicas y en ocasiones populistas que no son del agrado de la cultura política chilena.
¿Se presentará Bachelet en 2014?
Es una incógnita pero no olvidemos que se ha ido con unos índices de popularidad del 80%…
La oposición al kirchnerismo anhela seguir el ejemplo chileno (y el uruguayo) en Argentina aunque para que así sea, las reglas del juego democrático deben estar determinadas de antemano, algo que el actual gobierno de la Casa Rosada no conoce ni quiere llevar a la práctica.
Por el contrario, los K, junto con su guardia pretoriana de bonafinis, moyanos etc, prefieren el victimismo y la dialéctica de la confrontación como modus operandi.
Alfredo Alcázar, investigador agregado del Instituto de Estudios Riojanos
(La Rioja - España).
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